Era imponderable el desorden y desunión de aquel ejército, en todo el cual no había alguno que mandase, ni atendiese al bien común. Curcio
El asesinato del periodista deportivo de Guamúchil, Salvador Alvarado, Omar Iván Camacho viene a ser el séptimo crimen cometido contra un miembro de la comunidad de comunicadores que se registra en lo que va del gobierno de Andrés Manuel López Obrador: menos de cinco meses.
Es el segundo que se comete en Sinaloa en los últimos cinco años, desde el asesinato de Jesús Antonio Gamboa Urías en el 2014.
Impune sigue el asesinato de Javier Valdez Cárdenas cometido el 15 de mayo de 2017, como impunes todos los crímenes en agravio de periodistas, como impunes están decenas de miles de asesinatos violentos cometidos en los últimos 20 años que, a como va la tendencia de los últimos cinco meses todo parece indicar que en el balbuceante sexenio lopezobradorista serán superados todos los índices.
Pero vayamos a los asesinatos de periodistas:
Cada ocasión que es abatido un comunicador las asociaciones de periodistas saltan demandando justicia para el compañero abatido.
Hasta parece haber una competencia a ver que asociación u organización de comunicadores es la primera en atraer reflectores para exigir justicia para el caído.
Dependiendo del comunicador victimado es la “presión” que se ejerce en demanda de justicia.
El caso de Javier Valdez es el que mas ha tenido demanda de justicia por la rama que manejaba el comunicador, especializado en temas del narcotráfico, que impulsada por otros escritores de ese tipo de temas trascendió las fronteras y llevó a manifestaciones en otros países, incluído Europa.
Pero luego la llama se va extinguiendo y al paso de poco tiempo van desapareciendo las demandas, quedando vigentes, muy acalladas, las de los familiares.
Solo un caso de demanda permanente recuerdo: el asesinato de Manuel Burgueño Orduño, en Mazatlán.
El periodista Francisco Chiquete mantuvo durante meses, años, en su columna cotidiana la demanda de justicia. A diario sumaba al pie de su columna los días trascurridos sin que la justicia llegara.
Hasta que finalmente llegó!
Caso único en la historia de Sinaloa y creo que hasta de México.
Sucede siempre tras el asesinato de un miembro de la comunidad periodística, que las organizaciones se hacen notar.
Algunas, solo en esos casos y en los festejos del Día de la Libertad de Expresión se disputan sus dirigentes la atracción de reflectores con discursos., manifestaciones y plantones que no van mas allá de ser recibidos por un funcionarios de la fiscalía, exponer sus demandas y párele.
No hay mas.
Ni el brazo de la justicia se mueve, no obstante que ya existe una fiscalía especializada y hasta mecanismos legales de protección que no van mas allá del papel y las declaraciones.
En muchas, muchísimas de las ocasiones se defiende a la víctima aduciendo que se ha atentado contra la libertad de expresión.
Pero, ¿Cuántos han sido victimados realmente por el ejercicio de su labor de comunicadores…?
¿Cuántos se han involucrado no con la búsqueda de información, con investigaciones honestas, sino por intereses personales…?
¿Cuántos han sido victimados por causas muy ajenas al periodismo…?
Finalmente, sea cual sea el motivo de sus asesinatos son nuevas víctimas del crimen.
Son seres humanos, son ciudadanos como cualquier otro ciudadano vilmente asesinados.
Y como tales merecen que se exija esclarecimiento de sus casos y justicia.
Nos llamamos desprotegidos, pero no nos protegemos, no nos cuidamos nosotros mismos.
Igual sucede con la sociedad en general que solo exige seguridad cuando le tocan a un ser cercano, cuando exigencia y unión de esfuerzos para protegerse y rechazar al crimen y la inseguridad deberían ser tarea de todos y de todos los días.
En el gremio periodístico, los comunicadores deberían poner el ejemplo y buscar la unidad al margen de protagonismos de aquellos que se aferran a representaciones que se han autoadjudicado, no para servir a los colegas, sino para autoservirse.
Casos hay muchos… Como también honrosas excepciones.
No hay que esperar que asesinen a un colega para gritar “justicia!”.
Creo que la demanda debe ser permanente, cimentada por una unidad real de los compañeros, sin importar el medio en el que laboren.
Y lo mismo la sociedad en general.
Mas allá de los lamentos y declaraciones deben fortalecerse los vínculos sociales para integrar un frente común que rechace la violencia y pugne por una seguridad real.
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